sábado, 8 de mayo de 2021

RUFINO CAICEDO FERNÁNDEZ DE JAUREGUI GOIAN BEGO


Recuerdo el último día que estuvimos juntos, viniste a la consulta con tu hijo Pedro, y a eso de media tarde la doctora que te atendió vino a buscarme, “Arantza, ha venido un señor de tu pueblo de 98 años, Rufino, y no quiere marcharse sin estar contigo”.

Estuvimos unos minutos charlando, manteniendo las medidas de seguridad, mascarilla, distanciamiento,…, te dije que me producía tristeza no poder darte un súper abrazo. En la despedida me prometiste que me ibas a regalar uno de tus libros de poesía y me pregunté si esa sería la última vez que te vería con vida….

A los pocos días de aquel encuentro me lo hiciste llegar con tu querida nieta Blanca, Hoy tengo entre mis manos tu libro dedicado con mucho cariño a nuestra familia, y me invaden los recuerdos de mi niñez. Esas tardes de domingo jugando al parchís, a la oca o viendo la tele en vuestra casa.

Me siento agradecida desde lo más profundo de mi Ser de haber compartido tantos momentos de mi vida con vosotros.

Os quiero!!!

Arantza A. L

 

 

NO HAY MUERTE

 

Estoy de pie, a la orilla del mar. Una nave que hay cerca despliega sus velas a la brisa de la mañana y se dirige hacia el océano azul. Es un objeto lleno de hermosura, de fuerza, yo permanezco de pie y la observo hasta que pasado largo rato se haya suspendida como una pequeña nube justo donde el mar y el cielo se funden el uno en el otro.

Entonces, alguien que está a mi lado dice:

- Ya está.  Se ha ido.

Ido de mi vista, eso es todo. Su mástil y su casco son igual de grandes que cuando salió y ella no es menos capaz de llevar su carga de vida hasta su puerto de destino.

Su disminución de tamaño está en mí, no en ella.

Justo en el momento que alguien que está a mi lado dice:

-  Ya está. Se ha ido.

Hay otros ojos que contemplan su llegada, y otras voces dispuestas a recoger el alegre grito:

-  Ahí llega. Y eso es morir.