Supervivientes de la
masacre, días después. / El Correo
El 29 de diciembre de 1890, hace hoy 125 años, un
destacamento de 'casacas azules' mató a unos 300 indios, en su mayoría mujeres
y niños
Manuel P. Villatoro 29 diciembre
Una unidad
heroica que siempre estaba dispuesta a lanzarse a la carga contra los ‘pieles
rojas’ al familiar son de una corneta. Gracias a los largometrajes de
Hollywood, así es como vemos a día de hoy al Séptimo de Caballería, el famoso
regimiento creado a mediados del siglo XIX para defender las fronteras de EE UU
de los nativos americanos. Pero la realidad es que, aunque esta unidad tuvo
actuaciones destacadas, como la que protagonizaron un centenar de sus hombres
luchando hasta la muerte contra miles de indios en Little Bighorn, su historia
está plagada también de momentos oscuros. Uno de ellos tuvo lugar el 29 de
diciembre de 1890, cuando un destacamento de ‘casacas azules’ asesinó a sangre
fría a casi 300 siouxs -la mayoría desarmados- cerca del arroyo de Wounded
Knee, en Dakota del Sur.
Esta masacre
(cuyo 125 aniversario se celebra hoy) pone de manifiesto que, detrás de la
idílica conquista del Oeste americano que se nos ha contado, se sucedieron
también todo tipo de excesos contra los indígenas fomentados por la gran
repulsa que los colonos sentían hacia los primeros pobladores. «A finales del
XIX, y tras la derrota de Little Bighorn, el odio hacia los nativos se
generalizó. El Ejército empezó entonces a acosar a las tribus indias con gran
contundencia para deportarlas a reservas, territorios en los que vivían en
condiciones miserables», explica Victoria Oliver, doctora en Historia y autora
de ‘Pieles rojas. Encuentros con el hombre blanco’ (Edaf, 2015). Esta aversión
impulsó además una campaña militar contra los jefes de las principales tribus
para evitar revueltas inesperadas.
La muerte de Toro Sentado
Así fue
como, el 15 de diciembre de 1890, el Ejército norteamericano acabó con la vida
del conocido cabecilla local Toro Sentado en la reserva de Standing Rock. Por
miedo a ser el siguiente, otro de los líderes asentados en aquellas tierras,
Pie Grande, decidió huir con su pueblo. «Pie Grande reunió a sus seguidores,
menos de cuatrocientos (la mayoría, mujeres y niños), y se dirigió hacia una
reserva cercana para ponerse bajo la protección de otro líder indio, Nube Roja.
Pero el Ejército no estaba dispuesto a permitirlo. El 28 de ese mes el grupo
fue interceptado por el Séptimo de Caballería, que, al mando del mayor Samuel
Whitside, los escoltó hacia el río Wounded Knee», señala Oliver. Pocas horas
después se unió al destacamento el coronel James W. Forsyth con sus hombres.
A la mañana
siguiente, los soldados exigieron a los indios que entregaran sus armas, pero
recibieron tan pocas (apenas 38 rifles) que decidieron entrar en su campamento
para registrar sus pertenencias. «Durante un forcejeo con un anciano, un rifle
se disparó y se inició un tiroteo en el que el Séptimo de Caballería disparó
contra la multitud de forma indiscriminada. Incluso, como se comprobó después,
mataron a bebés que estaban en los brazos de sus madres», describe la experta.
El resultado fue la muerte de unos 90 hombres y 200 mujeres y niños. Los
militares sufrieron 29 bajas y 35 heridos, aunque la mayoría por fuego amigo.
«Intentaron esconder aquella masacre, pero no pudieron deshacerse de los
cuerpos antes de la llegada de la prensa», añade la experta. Pese a todo, el
Gobierno vendió aquella matanza como una épica victoria contra los indios.
